Exposición 2005 IV International Biennial of Modern Graphic – Federación Rusa, Detalle
La pintura es ese instante quieto, que libera al espíritu de sus dinámicas formas ocultas, es silencio, espacio, es hombre, expresión y tiempo. Aquí empieza la dificultad de hablar de ella objetivamente, sin dejar a un lado la razón por la cuál la obra de arte existe: La visión subjetiva de la sensación.
La pintura de Alvaro Galindo, a partir de la mezcla de técnicas, transmite la búsqueda de la unidad de la forma con su materialidad, una unidad dentro de lo distinto; al igual que con los contrastes de color, nos sitúa entre dos mundos casi irreconciliables. Cada pintura nos abre un espacio reservado a la pregunta por la existencia de ese otro mundo que va más allá del lienzo donde el encuentro, quizá se hace posible.
La obra de Alvaro Galindo es un trabajo cargado de significados que, por antítesis o identificación surgen de la relación del artista con su entorno. La pintura abstracta no se desconecta de la realidad, al contrario, materializa sus esencias en la recreación de un mundo nuevo. Sumergirse en “La ciudad de la alegría” es presenciar la paradoja de nuestro tiempo. Rostros que habitan un espacio cargado de símbolos, cuya existencia no explica la función del objeto pero interroga en la medida en que se convierte en parte esencial de una vivencia.
Sincromía -en palabras de Delunay-, sincronía y diacronía están presentes aquí; así como forma y color hacen parte de una misma realidad, coexisten unidades simultáneas que mantienen un desarrollo narrativo.
Nos enfrentamos a una obra, a un mundo que explora la forma a través de distintos tiempos y técnicas manteniendo una clara unidad narrativa individual y de conjunto.
En algunos trabajos se detiene por un instante nuestra lectura, mientras que en otros la dinámica del relato es evidentemente continua.
La ciudad de la alegría es una obra que argumenta, por si misma, la razón de su existencia; la línea, el color, el detalle son signos de la presencia de un universo ya terminado para sí y de un universo que se abre frente a nuestra mirada.
Josef Stibureck Guardar Guardar Guardar Guardar Guardar