Necesito poner mi mente en blanco, necesito entrar en un estado de "inconsciencia" para tratar de llegar a las formas elementales de mi cerebro. Es dejar de percibir y llegar a lo percibido para poder plasmar la forma en su esencia, en su momento primario. Esto obliga a pensar en que lo abstracto ya no es abstracto, en que esas formas, esos colores, esos planos, adquieren una consistencia, ya que al estar conjugados plantean situaciones inscritas en un mundo, en el universo en el cual vivimos.
Si mi estado de ánimo es de euforia, probablemente el entendimiento de mi entorno es brillante, muy luminoso. Esa luminosidad es compleja, y su transcripción es casi imposible: se podría acercar a la ceguera, pero no lo es, pues siempre llegará información codificada. Si mis ojos se enfrentaran al sol, quizás estarían en una competencia desequilibrada, aunque la intensión del sol no es hacernos daño. No estamos preparados para entender la vida en un solo impacto. A veces creemos comprenderlo todo, y no hay tal. No hablemos de plástica, simplemente de la vida, tal vez de lo cotidiano. Si la imagen llega a nosotros como la suma de todas las imágenes, a lo mejor el caos es total.
¿Cómo entender ese concepto paulatino, escalonado, de percepción?. Si tomamos la palabra referencia, es posible entenderlo. ¿Qué significa referencia? ¿Serán conceptos archivados en nuestro cerebro que se buscan con el fin de hacer comparaciones, asociaciones, extracciones, para darle significado a algo?
Título: Juego Interactivo Autor: Alvaro Galindo Vácha Dimensiones: 24 x 24 cm Técnica: Acrílico sobre madera Año: 2004 Firmado: Frente
¿Con qué argumentos puedo hacer entender una idea? Esa pregunta es obvia en el contexto del ser humano. Pero, ¿de qué signos o símbolos me valgo para que me entiendan? Cuando pinto, cuando dibujo, esas preguntas me embargan, esas preguntas me enloquecen. Si estoy tratando de llegar a la idea misma; si estoy visualizando un concepto de un punto y no un punto; si estoy analizando el concepto de una línea y no una línea; si me armo de justificaciones tramposas en el ámbito de lo bidimensional para hacer entender un entorno tridimensional; si le digo a la gente que ese elemento es pesado en un plano, sabiendo que el término gravitatorio no existe en una hoja de papel, entonces ¿qué debo tener en cuenta para esa argumentación? ¿Quiero que la entienda alguien? O simplemente ¿quiero entenderla yo?.
Bien, está dicho. Pensar en lejanía, cercanía, arriba, abajo, pesado, liviano, fuerte, débil, ancho, delgado... genera relaciones cerebrales íntimamente ligadas a lo natural, al hecho de poder dar un paso y estar en otra posición con respecto a la anterior, de poder mover una mano y acercarla a los ojos sin que los dedos crezcan en ese trayecto, sabiendo que cuando estaban lejos de ellos se veían más pequeños. Es natural, lo vivimos a diario, pero no lo pensamos a diario. Sin esas leyes de trascendencia el mundo sería un elemento estático, quieto, quizás abstracto al pensamiento, probablemente incomprendido, o comprendido bajo otros esquemas.
Existen criterios que los seres humanos nos encargamos de confundir. En alguna ocasión, Henri Matisse recibió algunos alumnos en su estudio en París, y cuando uno de ellos observó un dibujo que estaba sobre la mesa, comento eufórico: "¡Que bella manzana!". A lo que Matisse, pausadamente, contestó: "¡Eso no es una manzana, es el dibujo de una manzana!" En cinco minutos Matíz resolvió el problema de hacer entender que en el entorno en que vivimos existen serias posibilidades de transgredir el espacio, y en un plano simplemente de sugerirlo. Lo que es necesario tener claro es que el pensamiento, la capacidad de análisis, el racionamiento, hacen que la imaginación supere cualquier estado, así sea partiendo simplemente de un plano en dos dimensiones.
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